“La justicia es ciega”, reza el refrán popular, queriendo decir que la justicia no debe fijarse en la persona a la que se le aplica la ley, en sus posesiones o bienes materiales, en su riqueza o su pobreza.
Todos sabemos que no hay tal. La justicia más bien tiene unos anteojotes tamaño telescopio, y mira constantemente de donde provienen los abogados y la calidad de los acusados. En Estados Unidos una persona nunca es condenada a muerte cuando le paga un par de millones de dólares a un abogado profesional y mañoso. Solamente los pobres, que por extraña coincidencia son en su mayoría afroamericanos o latinos, son condenados a la cárcel.
Pero por una también extraña casualidad del destino, ocasionalmente, algún juez actúa de manera completamente imparcial.
Todos sabemos que no hay tal. La justicia más bien tiene unos anteojotes tamaño telescopio, y mira constantemente de donde provienen los abogados y la calidad de los acusados. En Estados Unidos una persona nunca es condenada a muerte cuando le paga un par de millones de dólares a un abogado profesional y mañoso. Solamente los pobres, que por extraña coincidencia son en su mayoría afroamericanos o latinos, son condenados a la cárcel.
Pero por una también extraña casualidad del destino, ocasionalmente, algún juez actúa de manera completamente imparcial.
Un poco de reflexión no es malo a veces, cuando lo que estás estudiando es una profesión llena de vicios ocultos.
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